martes, 11 de mayo de 2010

un amor no corporeo


En los tiempos de los seres no corporeos
hubo un joven que cuerpo quiso tener
y se fue asta Venecia, llevado por el aire,
y se adentro en el cuerpo de una hermosa mujer.

Y llevo su cuerpo a un gran baile de mascaras,
en el cual la cara de sus invitados
jamas podria llegar a ver.
Y tapo su cara con un hermoso antifaz blanco,
para que la cara de su cuerpo,
los invitados jamas la pudieran reconocer.

Pero se equivoco en el que así, nadier su cuerpo
podria llegar a reconocer.
Pues un arlequin, mayor poeta que nadie,
que estaba sentado en una esquina
a una persona ingrata, en ese cuerpo fue a reconocer.

-Pero esa persona nunca me hubiese echado ese mirar-
se dijo así mismo el arlequin,
mientras le miraba con esa mirada misteriosa,
cargada de misterio, llena de amor.

Entonces el ser no corporeo se marcho corriendo,
asustado por una sensación
que nunca, en su corta vida había esperimentado,
una sensación que hacía que la nirada del arlequin,
que en el baile le miraba,
le hacía sentirse como un ser humano más.

Y eso le asustaba,
por que sabía que nunca sería un ser humano,
que nunca conoceria el amor,
que nunca sabria que es sentir amor.

Sin darse cuenta llego ha un pequeño cementerio,
un cementerio que segun el,
expresaba todo lo que había sido en su vída, un invisible,
un no corporeo,
que en su vida no sabría que es ser amado o sentir amor,
al menos eso creya el.

Al fondo del cementerio estaba el arlequin con una flor,
esperando a aquel extraño ser,
que se había metido en el cuerpo de aquella persona ingrata,
y que estaba falto de amor.

El ser lo  vio enseguida al arlequin y sintio impulsos de acercarse,
de bailar con el,
de hablar con el,
de abrirle su oscuro corazon.

Y así lo hizo, y bailaron durante unos cien años, luego mil,
y charlaron, rieron...
y por primera vez el ser no corporeo aprendio a sentir amor,
sintio amor.

Pero un día, sin ni tan siquiera avisar,
vino el horrendo espiritu de aquel cuerpo,
su cuerpo a reclamar,
y le echo de aquel cuerpo sin ninguna piedad,
por el simple echo de saber amar.

Y desde entonces el arlequin vive triste,
con una dama que no sabe amar,
que le ha apartado del ser que el queria,
por el simple echo de saber amar.

1 comentario:

  1. Esta hermoso...

    Me dejaste impresionado. Una historia muy romàntica y bien lograda. Me ha encantado.

    Saludos desde el ocaso...

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